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Esta vendo Americana
Oscar Niemeyer, mi querido gran amigo
Fuente: http://www.plataformaarquitectura.cl
Por Giuliano Pastorelli
Seguimos volviendo atrás en el tiempo y buscando en el baúl de la arquitectura situaciones y recuerdos que nos despierten la imagen de Oscar Niemeyer, quien hoy tras 104 años de vida nos ha dejado.
Vinicius de Moraes, uno de los padres de la Bossa Nova fue un gran amigo de Oscar Niemeyer. Se conocieron en las ruedas literarias del Café Vermelhinho, en Rio de Janeiro ‘en los años 40. Incluso trabajaron juntos para la obra de teatro “Orfeu da Conceição” en 1956, para lo cual Niemeyer diseñó los escenarios. Su adaptación al cine en 1959, se llamo “Orfeo Negro” de Marcel Camus, recibió el Oscar a la mejor película extranjera, además de la Palma de Oro y el Golden Globe. Por los años 60 probablemente Vinicius escribió un breve texto sobre y para su amigo Oscar.
“Pocas declaraciones he leído más emocionantes que el articulo-reportaje de Oscar Niemeyer en Brasilia en su experiencia. Para aquellos que sólo conocen el arquitecto, el artículo puede pasar una defensa por sí mismo -. La reacción de un padre normal que deja su dulzura habitual para defender a un niño que quieren molestar. Pero para aquellos que conocen el hombre, el artículo asume proporciones dramáticas. Para Oscar no es sólo el opuesto del defensor de causas, como uno de los seres menos se auto promociono que he conocido en mi vida.
Su modestia no es, como de común, una forma de vanidad infame. No tiene nada que ver con el conocimiento realista – que Oscar tiene su valor profesional y sus posibilidades. Es la modestia de los creadores verdaderamente integrados con la vida, de los que saben que no hay tiempo que perder, es necesario construir la belleza y la felicidad en el mundo, por esta razón que en el individuo es todo tan frágil y precario. Este sentimiento de lo frágil y precario de las cosas, que tocan en Oscar en las notas más altas de la partitura, como que sirve para resaltar aún más la dignidad de hombre y de artista, porque nunca hay en él la sensación de estar sirviendo uno mismo, o incluso a los suyos, sino a los hombres en general, en un futuro que él espera sea mejor.
Oscar no cree en el Padre del Cielo, ni que va a construir algún día basílicas angelicales en los verdes pastos del Paraíso. El prefiere como un hombre de verdad, la felicidad de sus semejantes en el uso de los pastos verdes de la Tierra, en el ejemplo de trabajo por el bien común y la creación de condiciones urbanas y rurales, con el fin de estimular y desarrollar este noble fin: hacer al hombre feliz en el corto plazo que se le dio para vivir.
o también creo en eso, y cuando veo lo que creo reflejado en un testimonio como el de Oscar Niemeyer, querido viejo amigo, como no emocionarse? Es bueno verse entre amigos, uno cuyos puntos de vista coinciden con los nuestros; uno a quien los años, en lugar de esclerosar o encerrarse políticamente, al revés, rejuvenecen, renuevan, revitalizan; un cuya visión práctica del mundo y de los hombres no se desprecia nunca la dimensión de la poesía. Porque la verdad es que la mayoría, cuando habla de política, casi sólo abre la boca para decir tonterías, y se defiende cada vez más de los arduos problemas de la responsabilidad humana con la armadura del reaccionarismo más egoísta. Y lo peor es que ni por eso podemos dejar de gustarle de ellos …
Dijo el gran Ésquilo que “todo lo que existe es justo e injusto, y en ambos casos justificables por igual”. Dialécticamente, perfecto, si se analiza la frase desde la perspectiva de la historia, la lucha extraordinaria del hombre para llegar a donde ha llegado. Pero, humanamente, vamos más despacio… Hitler, que es históricamente justificable, no obstante, no deja de ser un monstruo horrible. Fulgencio Batista, que es históricamente un Judas en las manos de los sacerdotes supremos de los filisteos del azúcar, tampoco por eso deja de ser un traidor infame a su país y uno de los réprobos más asquerosos dentro de la comunidad latinoamericana.
Así que, mi querido Oscar, no des importancia a tus detractores. La mayoría de ellos son “los mismos de siempre”. Hay, como usted bien dijo, “los que no tienen una visión más realista de la vida, que los ubique dentro de la fragilidad de las cosas, haciéndolas más sencillas, humana y distante.” Y éstos, como usted muy bien hace, hay que “entender sin resentimiento”. Pero también hay, por desgracia, los viejos, los tramposos, los matones y los policías. Con estos, usted necesita tener más cuidado. Porque ellos están ahí, y los partidos de la ignorancia.”
Arquitectos de familia
El desalentador momento profesional al que se enfrentan los arquitectos locales (España) y las nuevas generaciones ha puesto de manifiesto la necesidad de reflexiones de cambio y la articulación de nuevas estructuras para el actual escenario de acción y para que el que vendrá, post-crisis. Una necesidad que no debe entenderse como una forzosa consecuencia de la explosión de la burbuja inmobiliaria y la actual crisis económica, sino también como la búsqueda de una posición distinta –más cercana y sostenible- de la arquitectura y del significado de ser arquitecto.
Ejemplo de esta posibilidad es el trabajo que la organización ‘Arquitectos de la Comunidad’ viene desarrollando en Uruguay desde hace ya diez años, basándose en el planteamiento que apelaba a un reconocimiento realista del estado de la profesión de arquitecto y de las demandas de la sociedad en relación a la vivienda para diseñar un modelo de acción consecuente, propuesto por el arquitecto argentino Rodolfo Livingston.
Sostiene este arquitecto: “La gente responde a sus necesidades cambiantes por su cuenta porque los arquitectos están para hacer torres de vidrio. Y en las facultades también se preparan arquitectos para hacer obras grandes, pero el grueso de la energía constructiva y económica no está en la construcción de viviendas nuevas, sino en la infinidad de pequeñas reformas que hace la gente por su cuenta”. Así, convencido de la necesidad de despojar al arquitecto de su aura de inaccesibilidad y elitismo Livingston ha reivindicado la reformulación del arquitecto, creando la figura del ‘arquitecto de familia’ como un especialista al alcance de la población - de la misma manera que un médico o un abogado- valorizando esas acciones de lo que él define como ‘microarquitectura’ (Cirugía de Casas, Kliczkowski, 1990), relacionadas con intervenciones arquitectónicas supuestamente menores pero cuya finalidad es contribuir a hacer del hogar un espacio de bienestar, adaptado a las necesidades de sus usuarios.
Para subsanar esa brecha entre usuario y profesional y capacitar al arquitecto para saber decodificar la demanda del cliente y responder a sus necesidades reales, Livingston desarrolló en Cuba durante los años 60 un protocolo que ayudase a establecer los canales adecuados de comunicación entre ambos. Éste se concretaría posteriormente en lo que Livingston denominaría el ‘Método’ (Arquitectos de Familia. El Método, Kliczkowski, 2002) y que, además de en Cuba (donde cuenta con 140 consultorios actualmente), definió diferentes formas de aplicación y arraigo en otros puntos de Latinoamérica. Aún en los puntos fuertes y puntos débiles que puede poseer, el ‘método’ –que posiblemente conviene entender fruto de una época tendiente a la creencia en la estructuración ideológica-, mantiene intacto su potencial como estructura capaz de ramificarse en diversidad de variables capaces de adaptarse a condiciones específicas.
‘Arquitectos de la Comunidad’ en Uruguay , que cuenta hoy con más de un centenar de profesionales asociados en activo, es uno de ellos y evidencia de la factibilidad de aplicación y flexibilidad de este modelo a las situaciones concretas de cada lugar. Su actividad tiene como objetivo constituir un marco protector que resulte beneficioso ecuánimemente tanto para el arquitecto como para el cliente: asegurando para el primero las condiciones para un desarrollo profesional digno y de plenas garantías para el segundo. La organización permite al ciudadano ponerse en contacto con un través de atención telefónica y de establecimientos barriales distribuidos por la periferia de Montevideo y el interior del país, que actúan como consultorios-centros de asistencia y que se encuentran ubicados a pie de calle. Son locales de pequeña superficie, austeros, que tratan de comunicar la sensación de proximidad y disponibilidad, adonde cualquier persona puede acceder a solicitar asesoramiento en relación a cualquier necesidad de servicios de arquitectura que requiera.
Los arquitectos trabajan en pareja, también con el objetivo de generar una red de experiencias que permitan definir un panorama de discusión y crítica acerca de condiciones reales y plantear cómo aproximar la profesión a ámbitos y situaciones de los que –por un concepto posiblemente equivocado del sentido de su profesión y servicio- ha tendido a mantenerse al margen, y contribuyendo también a difundir un mejor conocimiento del patrimonio arquitectónico local a través de actividades culturales.
Estas experiencias demuestran que no hacen falta grandes gestos ni discursos pomposos (tramposos) para abordar la dimensión social de la arquitectura. Surge totalmente desligada de nociones de lo social relacionados con la pauperización o la limosna, sino que define la implicación y responsabilidad del arquitecto dentro de la realidad social.
La razón esencial que subyace en el compromiso de Arquitectos de la Comunidad es la de democratizar y humanizar la arquitectura , enfatizando la valiosa importancia de esa dimensión del conocimiento y el servicio del arquitecto que se ha considerado vulgar, acatada meramente por necesidades pecuniarias y considerada degradadora de aquella supuesta otra alta tarea para la que el arquitecto supuestamente se educa. No excluyente, sino asumible y compatible con la práctica de otras aproximaciones profesionales y conceptuales de la arquitectura, la reivindicación de la importancia del arquitecto de proximidad, cuya concepción de su labor no es exclusiva y necesariamente la de producir nueva construcción sino definir cómo recuperar y reciclar y actuar en servicio de las demandas específicas de la población, propone una idea de sostenibilidad, no meramente en términos de equilibrio ecológico, sino también de una economía sostenible y que conduce hacia un consistente cambio de paradigma.
Fredy Massad y Alicia Guerrero Yeste
Publicado en el suplemento cultural de ABC, Madrid - Número 987
Lucio Costa e Niemeyer en Brasilia
El compañero Manuel Abelleira nos ha hecho llegar las siguientes imágenes de obras de Lucio Costa y Oscar Niemeyer en Brasilia.